miércoles, 20 de junio de 2012

Desvelo

Desvelo por inquietud, experiencias, conversaciones, calor, picaduras de mosquito, mente que no descansa... Por eso se ha ocurrido escribir aquí, en mi blog nocturno.


En este mundo en el que vivimos estamos cada vez más más solos a nivel presencial pero más acompañados en este ciberespacio telefónico en los que nos conectamos mediante teléfono, móvil, facebook, twitter, correo electrónico, whatsapp, mensajes, foros, blogs,... seguro que me dejo alguna vía o medio de contacto.


Por eso estamos solos pero acompañados, y el devenir de la vida nos deja sin tiempo para mucho más.
Intentamos contactos en persona allá algún día del fin de semana, pero el tiempo no nos alcanza para otra cosa.


Mientras tanto ojeamos el facebook, el twitter, los blogs, el correo electrónico, nos mensajeamos con amigos, familia, en un intento de saber unos de otros, de permanecer unidos y al día de nuestras cosas.
No encontramos tiempo para escribir una larga carta, pero si tenemos un rato libre lo aprovechamos para hablar por teléfono y contar todo con todo lujo de detalles. Estas conversaciones son lo más parecido a tomar un café.


Vivimos en comunidades de vecinos pero no tenemos tiempo de compartir con ellos más que alguna conversación suelta. Vivimos al lado pero no convivimos. 


Por este ir y venir de los días sin tiempo, sin contacto persona a persona, llenando espacios con lecturas de emails y llamadas al móvil que se cortan por la cobertura...


En este ir y venir cuando encuentras un espacio tranquilo para compartir con alguien cervezas o café y amistad, o inicio de ella, o lo que sea. Y abres tu espacio al espacio del otro y recibes lo que quiere decirte más allá de las palabras, pues intuyes a esa persona por encima de palabras y frases... y también te intuyen, te comprenden, te "sienten"...


Es para dar gracias.


Pues eso, aunque no lo leas, gracias.






P.D. No sé si lo leerás pero me he animado a reanudar mi blog porque el otro día me animaste a ello.
Gracias a ti también.

viernes, 6 de mayo de 2011

Dilemas

No es de noche, aunque tengo la persiana bajada porque Nora está echando la siesta. Asi que podría valer esto como entrada semi-nocturna. Ocurre que desde que he empezado a trabajar, a mitad de la noche, si me  despierto, solo pienso en volverme a dormir, porque mi despertador suena a las 6.23. Demasiado pronto. Así que ahora escribo en horas de siesta, de siesta de mi hija.


Esto que cuento aquí es un dilema de mi vida, pero no creo que lo sea el de la mayoría de las personas. 
Constato, sobre todo al reincorporarme al mundo laboral, que hay que ir haciendo elecciones constantemente. Por un lado, está cumplir con el trabajo, los objetivos propuestos, los compromisos con los clientes, y las demandas del jefe. Por otro, están los compañeros al lado tuyo, que necesitan muchas veces tu ayuda, o simplemente intentan cumplir sus propios objetivos. En mi trabajo, una cosa entra frecuentemente en conflicto con la otra. Y entonces empiezan las pequeñas decisiones, muchas de ellas casi inconcientes, sin pensar, que nos van configurando en un modo o en otro.
Constato constantemente, y llevo ya diez años trabajando en la misma empresa, que quienes son capaces de pasar por encima de los demás y salirse con la suya, son los que más fácilmente prosperan, y por ende, están en mejores puestos, ganando más dinero.
Y además, aunque una intente ser buena compañera, y ayudar, el propio ritmo agobiante del trabajo y los objetivos, te deja poco margen para hacer cosas buenas por los demás, con lo que, aunque lo intentes, no es seguro que tus compañeros lo perciban.
En ese dilema vuelvo a vivir otra vez... Supongo que es propio de los trabajos competitivos, donde desde la dirección se fomenta el individualismo a toda costa aunque se les llene la boca hablando de equipos. ¿qué es un equipo si para crecer yo tengo que pisarte a ti?
En este asunto me siento clarísimamente tonta. No consigo ni una cosa ni la otra, y por supuesto, me cuesta muchísimo pisar a nadie. Es una pena, pero no sé hacerlo. 


Otro dilema que se abre ahora ante mí, es dónde y cuando parar el trabajo y reencontrarme con mi hija. Al finalizar la jornada laboral, todavía me queda mucha tarea por hacer, y me quedo para terminarla. Pero si la quisiera terminar entera y bien, no vería a mi hija hasta la noche. Por lo que llega un punto que decido irme a casa. No termino mi trabajo, y éste se amontona. No es que yo sea lenta noooooo. 
Es que hay una sobrecarga tremenda de trabajo por persona, si pretendes cumplir con todo, el día no tiene horas suficientes.
Cuando no tenía "hijos a mi cargo" como reza en los datos de los clientes, no tenía este dilema. Era yo frente a yo misma, decidiendo si iba al gimnasio, o de compras, o al super. O me quedaba a echar la siesta porque estaba agotada, o sobrecargada.
Ahora no siento el agotamiento de puro ajetreo que llevo encima, pero la cuestión está en hasta dónde sacrificar el tiempo con mi hija. Quiero que disfrutemos la una de la otra, me parece tan necesario....

viernes, 11 de marzo de 2011

Vulnerabilidad

Había dejado mucho tiempo sin escribir. No se me ocurría nada, y además mis noches estaban más llenas de momentos de sueño que de vacíos insomnes, afortunadamente. Ya son las siete y media de la mañana, aceptamos que es todavía de noche y empiezo a ver las noticias sobre el terremoto de Japón.
Los japoneses, que son la sociedad mejor preparada del mundo para resistir los terremotos, han sufrido el peor de su historia con diferencia. Cualquier otro país del cinturón de fuego del Pacífico se hubiera borrado literalmente del mapa con un temblor como éste. Pero sus edificios, carreteras, comunicaciones, han resistido. El tsunami se ha llevado por delante casas, invernaderos, en una impresionante imagen en la que adivinas que está muriendo mucha gente al paso de la ola asesina.


Ahora hay una amenaza nuclear por fuga radiactiva. Da pánico pensar en qué se puede traducir, después de lo de Chernóbil. Asistimos a un gran espectáculo, como si de una superproducción de Hollywood se tratara, en directo y con imágenes actualizadas a cada momento. No conocemos a ningún japonés, por lo que nuestro sentido de la cercanía con ese pueblo es más bien escaso. Si bien, algún español aparece en la televisión hablando a través de internet, contando de forma animada su experiencia del temblor, y de los muchos que vienen a continuación del grande, el Big One. La tierra no deja de temblar ni dejará en un buen tiempo, y tendrán que vivir con el miedo constante a que se repita otra vez uno muy grande, uno que les pille en peor situación que el anterior y donde tal vez algo que quedó mal sujeto en el primero o el segundo, caiga definitivamente sobre sus cabezas.


Desde esta lejanía que nos ofrece el país nipón, (aunque conozca a gente que ha estado allí y por tanto sepa de primera mano que ese país existe), acierto a comprender por haber vivido una situación similar, lo descompuestos que deben de estar ahora mismo estos pobres japoneses. Acudieron a trabajar, y vivieron algo que va a cambiar sus vidas, habrá un antes y un después del terremoto. Rememorarán cómo intentaron contactar con sus seres queridos, como quizá los móviles se colapsaron porque todo el mundo marcaba ansioso a la vez y algunas torres de telecomunicaciones estarían caídas.
Cómo compraron las mujeres zapatillas de deporte para sustituir a los tacones y poder iniciar la marcha a casa, ante la paralización de metro, trenes, autobuses... Cómo fueron descubriendo en su ciudad perfecta los signos de derrumbe, de destrucción, las profundas grietas, el desorden. Ahora se empezarán a computar los desaparecidos a quienes los equipos de rescate empezarán enseguida a tratar de localizar vivos. Y los que nunca aparecerán con vida.


En esta ocasión las cifras dentro de unos días, nos dejarán una vez más contando muertos con muchos ceros en las antípodas de nuestro mundo. La amenaza de tsunami en todo el Pacífico, parece que se ha quedado en eso, amenaza. Y nos hace preguntarnos cómo sería si algo así llegara a nuestra casa. Suponiendo que hubiera resistido al terremoto, porque adivinamos que de anti-sísmica esta construcción nuestra nada. Estamos en Levante, zona de riesgo de movimiento de placas, y alguna vez la tierra nos dará un susto. Y quizá venga un tsunami. Mundo vulnerable, vida pendiendo de un hilo.


Todo esto para decir que si siento esta extrema vulnerabilidad de la vida, de nuestras vidas, en este mundo lleno de guerras y desastres naturales, se debe en gran parte a que he asistido como protagonista a catástrofes naturales, pero también a la creación de la vida en primera persona. El hecho de ser madre me hace tener conciencia de la vida que tengo que proteger, de la extrema debilidad de la criaturita que se agarra a mis piernas buscando apoyo en todo momento. Que busca mi pecho para alimentar su estómago y su espíritu. He protagonizado una película de vida, y eso me acerca más a la muerte, tomo conciencia de lo vulnerables que somos ante todo lo que nos viene de fuera. Catástrofes, enfermedades, accidentes.... Por eso, ayer miraba a mi hija pensando: "tienes que vivir intensamente cada momento junto a ella, no dejar de decirle cuánto le quieres y procurar su máxima satisfacción a base de chorros de amor continuos".


Esa es la vida. El hoy. El minuto que transcurre ahora. Por eso no podemos permitirnos el lujo de proyectar el futuro como si pudiéramos controlarlo, y perder momentos de felicidad ahora sacrificándolos para obtener un después mejor. Por ese motivo el trabajo no nos debe absorber hasta que nuestra vida familiar se reduzca al momento de la cena y poco más. Hay que buscar como si fuéramos hedonistas puros, la satisfacción en el hoy y el ahora, en las sonrisas de hoy sábado, no en las del fin de semana que viene porque haremos no sé qué plan mucho mejor. En el desayuno de hoy, compartido por ser día de fiesta, es donde está la mermelada que endulza el resto del día. No dejemos escapar estos instantes, atrapemos todos los que podamos.


Porque esto se mueve. Esto cambia. No pisamos suelo firme. El mundo está loco loco. Y el cielo de repente con over-booking otra vez.



viernes, 11 de febrero de 2011

Derecho a ser feliz

El pueblo egipcio ha suspirado, y luego ha respirado hinchando sus pulmones llenándolos de un aire limpio. Y luego ha gritado, ha celebrado, ha ondeado la bandera hasta la extenuación. Se han abrazado, han saltado, han llorado, han reído, han imaginado, han proyectado, se han reesperanzado, (porque nunca perdieron la esperanza, sin ella no hubiera habido revolución), han mirado al futuro con incertidumbre, pero con valor, con honor, con derecho.
Con derecho a ser felices.


martes, 1 de febrero de 2011

Y en la calle, codo a codo...

El clamor de un pueblo que demanda democracia, paz, justicia, y prosperidad para todos.
Un país entero grita al dictador lo que él no quiere escuchar.
Millones de personas unidas luchan por su futuro contra la opresión y la injusticia.
Cientos de miles de corazones anhelan el cambio que no va a llegar fácil ni rápido.
Las voces corean slóganes que quieren derribar los muros del poder robado al pueblo.
Miles de banderas se agitan orgullosas, patrióticas, esperanzadas, pero caen tristes, enfadadas.
El mundo entero espera que se haga caso al pueblo sin derramar más sangre.
El dictador se pudre en su egolatría y apego al poder.
Nadie quiere irse a casa tras el discurso insuficiente y ofensivo.
La noche llega con la tremenda decepción del que sabe que tiene la razón pero no el poder.
Lágrimas de rabia y tristeza en tus ojos, y en los míos.




Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos.





sábado, 29 de enero de 2011

Cuando se pierde la noción del tiempo

¡Qué bien me lo he pasado! se me ha pasado la tarde volando.
¿ya te tienes que ir? pero si acabas de llegar...
Qué mal rato, se me ha hecho eterno hasta que he entrado...


Estos son los ejemplos cotidianos de que el tiempo es una variable subjetiva, y de que una hora no son siempre sesenta minutos.


Pues se me ocurre hablaros de la noción del tiempo pero en otro sentido. Cuando suceden hechos importantes que te trastocan, pierdes la noción de en qué día vives, si tienes que comer o cenar, si tienes que dormir o te acabas de levantar. Porque estás pendiente de una sola cosa. Cuando estos hechos que te trastocan son compartidos por mucha gente, el sentimiento de no percibir el tiempo en su medida real, es mucho más exagerado.  


Recuerdo un ejemplo muy fuerte de esto. No recuerdo el año exacto pero era verano y ETA había secuestrado a Miguel Angel Blanco, poniendo precio a su vida, y ademas con un ultimátum para acabar con ella sino se cumplía lo que pedía. Todo el país salió a la calle pidiendo, rogando, exigiendo, que no lo mataran. En esos momentos de movilización y grito colectivos, de ciudadano codo con codo que sale a la calle para hacer el único gesto que le es posible para conmover a los asesinos, en esas horas, días, noches,... se pierde la noción del tiempo. Yo estaba en la universidad, estudiando en verano lo que me tocaba, y durante dos días no pude hacer nada más que conectarme al televisor y salir a la calle a manifestarme. Desgraciadamente, las manifestaciones de miles de ciudadanos no sirvieron para nada y ETA acabó con la vida de este chico, de este hombre recién llegado a la vida política de su pueblo con ilusiones puestas en cambiar las cosas y poder vivir en paz. Los pistoleros segaron vida y proyectos, dejando familia y novia rotos de dolor. Los momentos siguientes a su muerte, horas, días,... los ciudadanos nos quedamos como vagando por las calles, por la vida. Seguimos perdiendo la noción del tiempo.


Después más veces a lo largo de mi vida he tenido esa sensación. El terremoto de El Salvador en enero de 2001 y los días que lo siguieron con los cientos de réplicas que pudimos sentir, pues me encontraba en ese país.... Fueron días pero los sentí como meses. La noche llegaba y no quería dormir por si tenía que salir corriendo al jardín por un nuevo terremoto. Se juntaba la noche con el día, un día con el siguiente en una pesadilla sin fin. Tuve la suerte de tener que marcharme pronto, pero la pena de tener que dejar allí a mi padre. Nunca nos pasó nada grave pero sentimos mucho miedo. La cercanía de la muerte era muy fuerte, vimos la colina que se precipitó sepultando una colonia entera. Y los miles de casas derrumbadas. Y los pobres más pobres todavía.


El tsunami que azotó a todo el Indico el 26 de Diciembre de 2004, cuando recién regresábamos de nuestro viaje de novios por Sri Lanka y Maldivas, cuatro días después de llegar a Bilbao, nos dejó perdidos, extrañamente a salvo por los pelos. Parecía un invento de la televisión, algo irreal. De la gente que allí dejamos una señora que conocimos falleció, y hasta que no conseguimos días más tarde noticias de nuestro hotel Velavaru, el tiempo no tenía valor ni lugar, estábamos instalados en el día "D", y no corría el calendario, era un día eterno. Las imágenes de las costas que tan familiares nos eran sorprendían y dañaban nuestras retinas, sintiéndonos supervivientes con suerte de tanta tragedia humana. Nada importaba esas navidades más que la lejanía-cercanía de una tragedia cuyo número de muertos era tan alto que no podíamos ni comprenderlo ni asimilarlo. 


Cuando algo es tan importante, tan sumamente captador de nuestra vida, todo lo demás se paraliza y deja de tener importancia. El tiempo se detiene y solo transcurre en función de este hecho. Si además se hace un seguimiento en directo por la televisión, nos ayuda a concentrarnos solo en ese tema y dejar lo demás de lado.


Recientemente puedo imaginar en las calles del El Cairo y de tantos otros lugares de Egipto, cómo el reloj y el calendario se han parado también y solo tiene sentido la huida hacia adelante, la protesta, la lucha por un país más justo y un futuro lleno de esperanza. Les deseo mucha suerte en sus reivindicaciones, pero estos días de cambio de paradigma van dejando la sensación gris de que el tiempo en Egipto también se ha detenido. Los turistas ya no van a llegar y no hay seguridad en sus calles. Día tras día los egipcios salen a la calle contraviniendo el toque de queda, queriéndose apoyar en unos tanques que los protejan de la policía. Si algo me llevé de ese país, es la sensación tan grande de indefensión que tiene el egipcio de a pie. Nadie le protege. Solo espero que aunque ahora esta sensación se haya magnificado y los cadáveres y heridos son la prueba de que esto va en serio y nada es gratis, sea el principio de una nueva era donde puedan tener un futuro más libre, justo, y próspero para todos.  Para ese país tan contradictoriamente bello. Para esos egipcios y egipcias tan contradictoriamente bellos y buena gente.



jueves, 27 de enero de 2011

Hoy es mucho antes, las diez de la noche, pero de noche al fin y al cabo, así que también vale.
Estos días de invierno, planos, grises, cortos, monocromos... siempre pueden alegrarse con la sintonía alegre de las personas que apreciamos. Una llamada, un mensaje, un email, una sonrisa, una carcajada compartida... Todo esto es lo que les da color y enriquece estos días, tardes y noches de invierno.
Pero lo que más color da, lo que más luz da a estos días apagados, sin duda, es la sonrisa de Nora.